Hablar de Los Enanitos Verdes es hacer mención de una de las grandes bandas que ha dado el rock en América Latina. Oriunda de Mendoza nació por 1979 como un trío formado por Daniel Píccolo en batería; Marciano Cantero en bajo y voz, y Felipe Staiti en coros y guitarra.
El nombre de la banda se debió a una leyenda urbana que había trascendido en la época de su formación y que llegó a tener cierta exposición en los medios de comunicación. Ocho meses antes de la creación del grupo, en febrero de 1979, un matrimonio (Inés Tecchioli y Juan Nobiltá) con sus hijos se encontraban de excursión por el Puente del Inca y se tomaron algunas fotografías, la señora dijo que percibió «algo raro» en el ambiente durante ese momento, aunque la familia inicialmente afirmó que «nadie vio nada raro» ni «nadie notó nada extraño». Luego de revelar las fotos unos días después vieron una supuesta mancha anaranjada rojiza con forma «humanoide».
Un periodista que era amigo del grupo les puso «Los Enanitos Verdes de Puente del Inca». Sea «leyenda o realidad» los presuntos avistamientos para los integrantes de la banda ellos se quedaron con la mitad del nombre, «Los Enanitos Verdes», aunque según Staiti también pudieron llamarse «Puente del Inca». Sin embargo, en otra versión Cantero declaró que eligió el nombre luego de soñar con «esos seres verdes».
Desde el mismo momento en que Los Enanitos Verdes aparecieron, sus presentaciones empezaron a ser seguidas por muchísimos fans que descubrieron una bocanada de aire fresco para esas difíciles épocas que atravesaba la sociedad argentina. La dictadura reinante perseguía de manera constante a las expresiones culturales de ese entonces y no era fácil mantener una banda que hiciera rock. Pero el trío se las supo ingeniar y empezó a desandar escenarios en cuanto lugar obtuviesen: escuelas, gimnasios, clubes, boliches y teatros.
La buena repercusión de sus presentaciones más el nivel de sus canciones hizo que Los Enanitos Verdes tuvieran una carrera ascendente en Cuyo y eso los llevó a viajar y probar suerte en la Capital Federal, lugar donde se decidía el futuro artístico de cualquier habitante del interior del país que quisiera trascender a nivel nacional.
La experiencia en Buenos Aires no fue como se esperaba. Allá por 1983, el grupo llegaba a la ciudad de la furia y el único contacto era otro mendocino: Oscar Sayavedra, que trabajaba como agente de prensa en una incipiente agencia de artistas. Tocaron en algunos lugares, no lograron grabar un demo como esperaban y vivieron en la casa de un amigo, pero no fueron buenos tiempos. En un determinado momento deciden regresar a Mendoza y fue ahí donde se sumó un nuevo integrante: Sergio Embrioni. “La idea era tener dos guitarras en la banda y darle más poder eléctrico” comentó Felipe Staiti.
Así, con el nuevo aire tomado en Mendoza, fueron invitados a participar del mítico festival de La Falda (Córdoba), en febrero de 1984. Era la quinta edición del evento que reunía a las máximas figuras del rock argentino.
La actuación de Los Enanitos Verdes sirvió para despegar de una vez por todas. Después de un show eléctrico y contundente fueron elegidos por la prensa especializada como “Grupo revelación” del festival de La Falda. Ese espaldarazo sirvió para ser contratados por Ohannian Producciones y así llegaron a grabar el ansiado primer disco del grupo que se llamó “Enanitos Verdes”, editado por el sello Mordisco, con la producción musical de Leo Sujatovich y la aparición como invitado especial de David Lebón en la canción “Aún sigo cantando”.
Ese primer disco se editó en vinilo y cassette e incluyó once canciones que eran muy conocidas para los seguidores del grupo, ya que las venían tocando desde hacía mucho tiempo.
Como sucedía en esa época, antes del lanzamiento del disco completo la compañía discográfica sacaba un disco simple, un vinilo de dos canciones, una por lado, y las elegidas fueron fueron “La nena de diecisiete” y “Comiendo en el plato del perro”. Sin embargo, “Aún sigo cantando”, con David Lebón como cantante invitado, terminó siendo el tema más difundido en las radios argentinas.
Para los integrantes del grupo el álbum debut fue un fracaso porque «no vendió mucho» y «no daba para vivir». Durante 1984 se les unió Tito Dávila como tecladista y se convirtieron en un quinteto, aunque volverían a ser un cuarteto en 1985 debido a que Embrioni abandonó el grupo para unirse a Alcohol Etílico, banda que dos años después grabó la canción «Lamento boliviano», el mayor éxito de Los Enanitos Verdes, publicada en el disco «Big Bang» de 1994. Pero esa es otra historia que contaremos algún día.