¿Por qué no hablar de un elefante, un rinoceronte o una jirafa que conocimos durante alguna visita al zoológico y habíamos visto quizás tantas veces o más que a una vaca? Pero no, para la maestra siempre el tema elegido era la vaca, ni siquiera el toro, tenía que ser la vaca.
Aquellas mañanas de lluvia, cuando en el aula no éramos más que cuatro o cinco alumnos, la maestra siempre proponía: «Hoy, composición. Tema la vaca». Con los años entendí que si decidía seguir adelante con el plan de estudio, los alumnos ausentes se atrasarían. Además, para ella también se trataba de un día poco habitual, más tranquilo, más relajado, entonces mantenía ocupados a los presentes con un escrito sobre la vaca.
Seguramente, en esas lejanas y rudimentarias composiciones, cada uno a su modo, habremos escrito que la vaca es un mamífero rumiante grande y de cuerpo robusto, con una altura de 1,5 metros aproximadamente y entre 600 y 800 kg de peso medio. Sus primeras funciones fueron para el trabajo y la producción de carne y de leche, además de aprovecharse los cuernos, el cuero o los excrementos, como fertilizante o combustible. Y que también se siguen empleando en algunos países en los espectáculos taurinos.
Pero ¿por qué una vaca? Si bien no vivíamos en 7 y 50 o en Recoleta, tampoco nuestra escuela quedaba en el medio del campo. ¿Quién había visto o tenido contacto con una vaca? ¿Por qué en todo caso no hablar de un perro? Todos teníamos un perro o conocíamos a gente que tenía perro: un primo, un abuelo, un vecino, un amigo. Además, en las calles del barrio siempre había perros, incluso sin dueño, dando vueltas por ahí, meando ruedas de autos o tirando mordiscones a los motociclistas.
¿Por qué no hablar de un elefante, un rinoceronte o una jirafa que conocimos durante alguna visita al zoológico y habíamos visto quizás tantas veces o más que a una vaca? Pero no, para la maestra siempre el tema elegido era la vaca, ni siquiera el toro, tenía que ser la vaca.
«Las maestras sarmientinas solían intentar despertar la imaginación creativa de sus alumnos con un tema excluyente de composición: la vaca. Sobre ella debían inspirarse el hijo del peón que la cuidaba y el colegial de una gran urbe que sólo la había visto en un dibujo de Billiken. Este estereotipo se basaba, posiblemente, en la historia falsificada que habían aprendido estas docentes y en la presencia de los valores de una sociedad pastoril que la oligarquía imponía a su imagen y semejanza», escribió sobre el tema el periodista Hugo Presman.
¿Seguirá siendo así, los días de lluvia se seguirá escribiendo en las aulas sobre la vaca? ¿Nuestros músicos también habrán escrito en la escuela sobre la vaca durante los días de lluvia? No lo sabemos, pero veamos qué escribieron algún tiempo después Miguel Abuelo y el Indio Solari en sus canciones «¿Nunca te miró una vaca de frente? y «Aquella solitaria vaca cubana».
¿NUNCA TE MIRÓ UNA VACA DE FRENTE?
Migiel Abuelo fue el primer psicodélico de estas pampas, que le pedía a una vaca que no lo mirara de frente, porque «esta vaca me analiza, ella profundiza y yo me voy».
Miguel Angel Peralta es el artista espontáneo que un día se sentó frente a Ben Molar, junto a su compañero de aventuras y poesía Pipo Lernoud, y, ante la pregunta sobre si tenía un grupo, respondió: «Sí, se llama Los Abuelos de la Nada» (justo leía Adán Buenosayres, la enorme novela de Leopoldo Marechal y, por supuesto, no tenía banda). Desde entonces, empezó a ser Miguel Abuelo, y se puso a buscar los músicos con los cuales podría darle forma a ese grupo que tenía en su cabeza.
En esos años de La Cueva, Abuelo se dividió en dos: solista y con Los Abuelos de la Nada. Solo, editó el simple Oye niño / ¿Nunca te miró una vaca de frente? , y con Los Abuelos Diana divaga / Tema en flu sobre el planeta. Era 1968, y el rock argentino recién empezaba a dar sus primeros pasos a través del sello Mandioca.
En ambos casos, Abuelo presentaba dos características particulares: melodías no convencionales y armonías desafiantes. Vale decir que sus canciones no eran previsibles, pero además incluían una importante cuota de delirio aun entre sus pares. La expresividad de su voz es uno de esos sellos inconfundibles con los que siempre jugó al límite.
Sin embargo, su aventura nunca llegó a un long play sino hasta bastante después. Dejó el país en los primeros años 70 y en Francia pudo darle forma a su primer larga duración como Miguel Abuelo et Nada. Un día regresó al país, cuando amanecían los años ochenta y ya se presentían nuevos aires democráticos. Volvió, claro, con unos renovados Abuelos y una propuesta más festiva y menos psicodélica. Pero esa es otra historia.
AQUELLA SOLITARIA VACA CUBANA
La canción forma parte de Un baión para el ojo idiota, el tercer álbum de estudio de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Según el Indio Solari, vocalista y líder del grupo junto a Skay Beilinson, es una de las grabaciones que mejor capta el espíritu y la idea musical del grupo durante esos años.
El disco se empezó a grabar en medio de un cambio en su formación, por lo que el sonido del álbum terminó siendo distinto a su entrega anterior Oktubre. La nueva formación incluía a Sergio Dawi en saxofón reemplazando a Willy Crook y a Walter Sidotti en batería reemplazando al Piojo Abalos.
«Aquella solitaria vaca cubana, que parece ligera, en realidad era la misma idea que estaba detrás de Masacre en el puticlub: si no tenemos control, o al menos conciencia, de lo que están haciendo los poderosos de verdad allá lejos, va a llegar la llamarada cuando estemos haciendo el asado y nos va a quemar el chanchito. A la pobre vaca le cayó encima un pedazo de satélite… ¡y la mató!», cuenta el Indio Solari en conversaciones con Marcelo Figueras, en este texto que forma parte del capítulo 11 del libro autobiográfico Recuerdos que mienten un poco.
La anécdota que inspiró esta letra cuenta que en 1960 los estadounidenses lanzaron un cohete espacial, pero a pocos minutos de su despegue se produjo una falla y el aparato explotó. Algunos fragmentos de ese cohete cayeron sobre territorio cubano, matando una vaca. El hecho produjo un escándalo diplomático entre los EE.UU y Cuba. Con gran poder de síntesis, en «Aquella solitaria vaca cubana» el Indio Solari describió la curiosa historia y se convirtióen en una de las canciones emblemáticas de Los Redondos, exactamente veinte años después de la vaca que lo miraba de frente a Miguel Abuelo.
BONUS TRACKS
Dos discos con una vaca en la tapa:
«Atom Heart Mother», Pink Floyd
A finales de los años sesenta, Pink Floyd ya tenían el rarísimo privilegio de ser uno de los pocos grupos del mundo a quienes su discográfica les permitía diseñar sus portadas como les viniera en gana. Las modas y los estilos musicales se sucedían a un ritmo de auténtico vértigo, y en 1970 ya no contaban con Syd Barrett, el pequeño genio loco que había ideado sus primeros grandes discos.
En parte fue por eso por lo que, queriendo distanciarse lo máximo posible de la imaginería psicodélica y hippy de la época que estaban empezando a dejar atrás, decidieron que la cubierta de su nuevo álbum sería lo más simple y sencilla posible. Y por eso Hipgnosis, el estudio de diseño que formaban Storm Thorgerson y Aubrey Powell, decidieron plasmar una gran vaca pastando en mitad de la campiña. Su fuente de inspiración fue el papel de pared de vacas («cow wallpaper») que Andy Warhol había diseñado en los años sesenta.
«Get A Grip», Aerosmith
Cuando llegó 1993, Aerosmith ya eran nuevamente los reyes mundiales del rock, impulsados por el éxito de los álbumes multiplatino «Permanent Vacation» (1987) y «Pump» (1989). El ímpetu aparentemente imparable de la banda continuó con «Get a Grip», y el equipo de composición de Steven Tyler y Joe Perry (los «Toxic Twins») estaba en plena forma, aunque «Get a Grip» fue nuevamente un trabajo con colaboradores. Los cocompositores incluyeron a Jack Blades de Night Ranger y Tommy Shaw de Styx («Shut Up and Dance»), Desmond Child («Flesh» y «Crazy») y Jim Vallance («Eat the Rich» y la canción que le da título al disco). Lenny Kravitz coescribió e hizo coros en «Line Up».
La portada de «Get a Grip», que muestra la imagen de una vaca con un piercing en un pezón y una marca de hierro ardiente en la piel del animal con el logotipo de Aerosmith, fue diseñada por el destacado artista Hugh Syme, un especialista en realizar arte de tapas. Un grupo de derechos de los animales se opuso a la portada, pero la banda confirmó que la imagen había sido alterada digitalmente y no representaba un acto real de crueldad animal.