Era jueves y faltaban pocos días para la primavera, pero ya se sentía que el aire era algo más cálido que en las últimas semanas. La pava en la hornalla y un paquete de bizcochos Don Satur sobre la mesa cubierta con un mantel de hule estampado con billetes de 100 dólares.
-¿Adónde te vas?
-A Connecticut.
-¿Y dónde queda eso?
-En Estados Unidos, boludo.
-Ya sé, hermanito. Preguntaba si queda en el este, en el oeste o en el centro del país.
-Ah, ni idea. Hace un par de meses vi una serie o una película con unos paisajes hermosos de Connecticut y me dije: «Ahí voy a vivir» -señaló Josi, el menor de los hermanos Castello.
Connecticut es uno de los cincuenta estados que, junto con Washington D. C., forman los Estados Unidos de América. Su capital es Hartford y su ciudad más poblada es Bridgeport. Está ubicado en la región Noreste del país, división Nueva Inglaterra, y limita al norte con Massachusetts, al este con Rhode Island, al sur con el océano Atlántico y al oeste con el estado de Nueva York.
-¿Tomamos unos mates y seguimos charlando? -preguntó el dueño de casa.
-Dale, dale. Todavía falta como una hora para ir a buscar a las nenas al colegio -respondió Daniel, el mayor de los hermanos antes de sentarse a la mesa.
Era jueves y faltaban pocos días para la primavera, pero ya se sentía que el aire era algo más cálido que en las últimas semanas. La pava en la hornalla y un paquete de bizcochos Don Satur sobre la mesa cubierta con un mantel de hule estampado con billetes de 100 dólares. Josi apagó el fuego, tomó la pava con un repasador gastado y pasó cuidadosamente la totalidad del agua caliente al termo de inoxidable decorado con stickers de Estudiantes de La Plata y Mickey Mouse.
-¿Entonces vas a renunciar a YPF? ¿Así nomás, de una?
-Sí, no va más. No quiero seguir siendo un parásito del estado. El lunes temprano voy al correo y envío el telegrama de renuncia.
-¿Y cuándo te vas para Estados Unidos? -indagó Daniel.
-En los primeros meses del año que viene. Después del verano. Ponele marzo -detalló Josi con algunas dudas.
-Escuchame una cosa, hermanito. ¿No sería mejor trabajar hasta diciembre, cobrar el medio aguinaldo y después pedir tres meses de licencia sin goce de sueldo, probar suerte en yanquilandia y si la cosa no va, te volvés y no perdés el laburo?
-Recién te dije que no quiero ser más un parásito del estado…
-No sos un parásito de nada, hermano -interrumpió el mayor de los Castello-, trabajás todos los días y te ganás el sueldo como cualquier otro trabajador.
-Y bueno, seguiré trabajando por mi cuenta de acá a fin de año y después, adiós Argentina, si te he visto no me acuerdo.
-¡Estás loco!, te quemaron la cabeza. Sos técnico químico, tenés un trabajo estable, bien pago, no mantenés a nadie…
-¡Ya está decidido! -gritó dando un puñetazo sobre la mesa-. Este país es inviable, la única salida es Ezeiza.
-Pará, pará, tranquilicémonos. Hablemos con calma. ¿Cómo vas a vivir de acá a diciembre? ¿Qué vas a vender pastafrola o empanadas en la esquina?
-No me importa. Haré lo que tenga que hacer para ganar guita, pero lo haré por mi cuenta. Basta de seguir prendido a la teta del estado -gruñó Josi con los ojos casi fuera de sus órbitas.
Daniel se agarraba la cabeza y no podía creer la cantidad de lugares comunes que salían de la boca de su hermano.
-¿Tenés ahorros, sacaste el pasaporte, averiguaste el tema de la visa?
-No -respondió escuetamente el dueño de casa.
Con 14.357 km², Connecticut es el tercer estado menos extenso -por delante de Delaware y Rhode Island, el menos extenso- y con 249 habitantes por km² es el tercero más densamente poblado, por detrás de Nueva Jersey y Rhode Island. Se admitió en la Unión el 9 de enero de 1788, como el estado número 5.
El sol entraba tibiamente por la ventana de la cocina, ambos siguieron tomando mates en silencio, durante algunos minutos, casi sin mirarse, hasta que la tensión entre ellos fue disminuyendo.
-¿Cuál será el gentilicio de los habitantes de Connecticut? -preguntó Daniel rompiendo el hielo.
-Qué sé yo. Connecticutenses, connecticuteños, connecticutanos, connecticuteros- enumeró el menor de los hermanos poniendo en fila cuatro bizcochos que fue sacando del paquete.
-Me gusta connecticuteros, no creo que sea el gentilicio correcto, pero suena a ricoteros y tiene onda. ¿Y las bandas? ¿Qué bandas conocidas hay en Connecticut?
-Ya te dije que no sé nada de Connecticut, simplemente quiero ir a vivir ahí. No me preguntes cosas que no puedo responder -se excusó Josi levantando los hombros.
-En Estados Unidos las bandas y cantantes más conocidos son de Neuva York, como acá son de Buenos Aires. Viste que Dios está en todas partes pero atiende en la capital.
-Nueva York no es la capital de Estados Unidos, la capital es Washington D. C. -aclaró el menor de los hermanos.
-Sí, ya sé, pero es la ciudad más importante, donde pasa todo. Ahí están los mejores estudios, los productores e ingenieros de sonido más prestigiosos. Y todos los músicos terminan confluyendo allí, en Nueva York. Bob Dylan es de Minnesota y se fue a Nueva York, hasta John Lennon que era inglés también se mudó a Nueva York.
-Yo me quedo con Nirvana y Peral Jam, que son de Seatlle.
-Hendrix también era de Seattle -agregó el hermano mayor-. Pero no es una cuestión de gustos. Lo que digo es que todos, todos emigran a la ciudad más importante. Acá Litto Nebbia viajó con Los Gatos de Rosario a Buenos Aires, más tarde se trasladó Fito Páez. Los Redondos y Virus también se mudaron de La Plata a Buenos Aires. Y la lista es enorme, interminable. Si querés triunfar, tenés que estar ahí, en la oficina donde atiende Dios.
El origen del nombre «Connecticut» proviene de la palabra mohegan Quinnehtujqut, que significa «Lugar del Río Largo». Los primeros europeos en instalarse de forma permanente en la región fueron puritanos ingleses, llegados de Massachusetts, en 1633. Fue una de las Trece Colonias originalmente establecidas por el Reino Unido y la primera subdivisión localizada en lo que es actualmente Estados Unidos de América en poseer una Constitución escrita, llamada Fundamental Orders (Mandatos Fundamentales), o First Orders (Primeras Órdenes), adoptada el 14 de enero de 1639. Esta Constitución colonial serviría de base para la formación de la Constitución estadounidense.
-Se terminó el agua. ¿Pongo la pava para tomar unos mates más? -preguntó el dueño de casa.
-No, gracias, hermanito. En unos minutos tengo que ir a buscar a las nenas al colegio. Si querés nos encontramos a la tarde y seguimos charlando.
-No puedo, hoy a la tarde juego al fútbol con los pibes, como cada jueves.
-Uy, hablando de fútbol. ¿Cuál será el equipo más importante de Connecticut? ¿El C.F.C., Connecticut Fútbol Club?
-No, allá no le dicen fútbol, para ellos es Soccer. El fútbol es el Fútbol Americano, una variante de lo que acá conocemos como Rugby. Entonces debería ser el C.S.C., Connecticut Soccer Club -arriesgó sonriente el menor de los hermanos.
-Bueno, me voy. Se me hace trade y las nenas salen del colegio -dijo Daniel poniéndose de pie, sujetando el picaporte de la puerta de calle.
-Pará, pará, no te vayas todavía, Daniel. Me convenciste. No voy a renunciar el lunes -afirmó Josi tomándolo del brazo.
-No vine a convencerte, hermanito. Vine por que me llamaste para hablar y acá estoy, como siempre que me necesites -hizo una pausa y sacó las llaves del auto del bolsillo de sus jeans-. Me parece bárbaro que no renuncies. Te lo dije hace unos minutos y te lo repito: lo mejor sería pedir licencia sin goce de sueldo, probar suerte en yanquilandia y si la cosa no va, te volvés y no perdés el laburo.
Se despidieron con un abrazo y un beso. El menor de los Castello corrió la cortina de la ventana, contempló cómo se alejaba el auto de su hermano Daniel y sintió que algo dentro suyo había cambiado.
Pasaron las semanas y los meses. Josi se reencontró con su ex. Pasó la Navidad, el fin de año y a mediados de enero, viajaron juntos a Cariló para retomar el vínculo. Al regresar, ambos decidieron convivir bajo el mismo techo.
Pasaron los años y, poco a poco, Connecticut se convirtió en un recuerdo divertido, en una anécdota graciosa entre Josi y Daniel cada vez que se juntaban a almorzar o a cenar con sus respectivas familias.
Marcelo Rivero