La popularidad repentina que suelen dar los medios nacionales, llevó a que una editorial le ofreciera recopilar sus artículos en un libro que, rápida y sorpresivamente, se convirtió en Best Seller en menos de un año.

El Dr. Óscar Winston López, afamado cardiólogo argentino con más de tres décadas de trayectoria, tomó relevancia pública en los últimos años tras publicar algunos artículos en una prestigiosa revista médica. En ellos utilizó acertadamente títulos de canciones de rock nacional para encabezar sus escritos.

Gracias a la repercusión de dichos artículos, el Dr. López comenzó a ser solicitado por diarios, radios y canales de televisión para dar su opinión sobre las patologías cardíacas y también otros temas relacionados a la salud. La popularidad repentina que suelen dar los medios nacionales, llevó a que una editorial le ofreciera recopilar sus artículos en un libro que, rápida y sorpresivamente, se convirtió en Best Seller en menos de un año.

Veamos algunos ejemplos:

• «Corazón delator», de Soda Stereo: En este artículo se refiere a la arritmia cardíaca, que es un latido irregular del corazón. Hecho que ocurre cuando no funcionan adecuadamente los impulsos eléctricos que le ordenan al corazón latir. Puede suceder que el corazón lata demasiado rápido, demasiado lento o que el patrón del ritmo cardíaco sea irregular.

• «Es tan fácil romper un corazón», de Miguel Mateos/ZAS: En esta oportunidad, analiza lo que padecen ciertas personas que pasan por un período de estrés repentino o prolongado, y pueden sentir algo muy parecido a como se manifiesta un ataque cardíaco. En realidad, tal vez lo que tengan es el «síndrome del corazón roto», que en términos médicos se conoce como «cardiomiopatía de takotsubo».

• «Yo vengo a ofrecer mi corazón», de Fito Páez: En este escrito habla sobre los trasplantes de corazón, operación en la que un corazón enfermo se reemplaza por el corazón sano de un donante. Se trata de una intervención que, por lo general, se reserva para las personas cuya afección no ha mejorado con medicamentos u otras cirugías.

La inesperada popularidad mediática lo llevó a reducir sus horarios laborales. De un día para el otro, y sin dar demasiadas explicaciones, dejó la clínica en cual desempeñaba su labor por la tarde y solamente continuó atendiendo a sus pacientes por la mañana, en su consultorio particular. Reservando de esta manera el horario vespertino para trabajar en sus escritos.

El Dr. Óscar Winston López siguió el mandato familiar. Su padre, también médico, y su madre, psicóloga, bregaron fervientemente para que su hijo siguiera la carrera de medicina. Sin embargo, él fue mucho más abierto con la educación de sus hijos: Julia, la mayor, es actriz y directora de teatro. Tomás, el menor, empezó psicóloga, como su madre, luego pasó por arquitectura, educación física y por último ingeniería. No terminó ninguna carrera, pero es un joven aplicado y se desempeña como asistente de su padre cada vez que se presenta en algún medio para hablar sobre sus artículos y otros temas médicos.

– ¿Doctor, siempre quiso dedicarse a la medicina? -le preguntó el periodista en una de sus tantas intervenciones televisivas.

-Crecí en un hogar donde todo era medicina y psicología, soy hijo único, y la cosa se fue desarrollando de una manera natural -expresó López-. No recuerdo que mis padres me exigieran seguir el mismo camino, simplemente se dio así.

-Si tuviera que elegir otra profesión, Doctor, cuál sería? -insistió el conductor.

-De hecho, nunca me lo planteé. De chico jugaba al fútbol con mis amigos, pero jamás se me pasó por la cabeza ser futbolista profesional. Mi primo diría que no tenía la velocidad y la habilidad necesarias para dicho deporte, y seguramente esté en lo cierto -detalló el Dr. Lopez-. Ya en los años de universidad abandoné la actividad deportiva y solamente me dediqué a leer y estudiar. También escuchaba mucha música. Uno nació a mediados de la década del sesenta, una generación preinternet, y era genial disfrutar esos vinilos, con un arte de tapa hermoso y toda la información en el sobre interno: los nombres de los músicos, qué instrumentos tocaban, quienes eran los autores, los productores…

-Disculpe que lo interrumpa, Doctor, pero habrá escuchado alguna vez que el tiempo es tirano en televisión.

-Sí, alguna vez lo escuché.

-Bien, entonces le hago una última pregunta antes de cerrar el programa y despedirnos hasta la próxima semana. ¿Qué tres discos se llevaría a una isla desierta?

-Concédame dos pedidos antes de responder -señaló el Doctor, quizás buscando algo de tiempo para pensar la respuesta-. Primero necesitaría en esa isla desierta un tocadiscos y segundo un tomacorriente donde enchufarlo.

-Concedidos -afirmó sonriente el entrevistaor.

-En primer lugar elegiría «Rubber Soul», de los Beatles, segundo «Desatormentándonos», de Pescado Rabioso, y por último «Locura», de Virus.

-Muchas gracias, Doctor. No sé si lo notó, pero en su última elección hay mucho de la profesiones de su madre y de su padre. Hasta la semana que viene -se despidió el conductor.

Tras el éxito repentino de su debut editorial, el Dr. López publicó un libro contando sus experiencias y sensaciones durante sus viajes por el norte argentino y más adelante, el que hasta ahora es su última incursión literaria, una recopilación de cuentos cortos y relatos de ficción. Su hijo Tomás, también colaboró con las correcciones y ediciones de dichos libros.

Sin embargo, estas dos publicaciones no alcanzaron las metas esperadas por él y por la editorial, apenas llegaron a vender un 25% de los ejemplares vendidos por su primer libro. De todas maneras, el Dr. López no se desanimó y en estos días continúa trabajando meticulosamente en un nuevo proyecto titulado «El Rock no morirá». Veamos algunos párrafos:

«A menudo, y desde hace tiempo, oímos que el rock ha muerto. Permítaseme refutar esa idea desarrollando algunos argumentos al respecto. En todo caso, podríamos afirmar que sí ha muerto aquella primera ola del Rock and Roll de principio de los años 50 en los Estados Unidos, que no era otra cosa más que una moda adolescente, un ritmo bailable y novedoso, cargado de ingenuidad y diversión en aquellos años de posguerra.

En los 60’s, con la «Invasion inglesa» de bandas como The Beatles, The Rolling Stones, The Kinks y The Who, entre otros, y después de la psicodelia del verano del amor en San Francisco, el festival de Monterey y el masivo festival de Woodstock, el rock dejó de ser una moda bailable, que no pocos veían como pasajera, para convertirse en un movimiento contracultural.

En las décadas siguientes, el rock, como toda industria, se convirtió en un gran negocio que supo quitarle originalidad, frescura y espontaneidad. Murieron grandes figuras como Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison, Brian Jones, Elvis Presley, John Lennon y otros, pero su música todavía sigue vigente e inspirando a las nuevas generaciones.»

En otro tramo del borrador de su futura publicación, el Dr. Óscar Winston López desarrolla otros conceptos y definiciones:

«La diferencia reside en que los pioneros y referentes del Rock and Roll miraban hacia adelante, todo estaba por hacerse: Llegar a los grandes estadios, utilizar el mejor sonido, las mejores luces, romper la guitarra en escena, organizar el primer festival benéfico, realizar giras mundiales exitosas… Hoy es al revés, todos quieren sonar como en los 60’s o los 70’s, tener la misma pedalera de cierto guitarrista, vestirse y peinarse como tal cantante, etc.

A eso podemos agregarle la proliferación, en los últimos años, de bandas de covers, bandas tributo, que recrean, en algunos casos con exactitud, los atuendos instrumentos, amplificadores y cada nota tocada por el artista o banda homenajeada.

Pero mientras exista un garaje maloliente con cuatro o cinco pibes tocando algunos rudimentarios acordes y escribiendo nuevas canciones, el Rock and Roll seguirá manteniendo su esencia, su espíritu y su rebeldía. Y por más que los voceros de la modernidad anuncien una y otra vez su defunción, permítanme repetirlo: el Rock no morirá.»

 

Marcelo Rivero