Tampoco me vengan con que «la vida es un carnaval», no. A decir verdad, la vida es una porquería.

Aunque suene contradictorio, en mí conviven el escepticismo y la esperanza, soy un tipo que no cree en nada, pero a la vez espero, y hago lo necesario, para que las cosas pasen. No creo en los milagros, pero me gustaría poder creer.

De nada sirve la melancolía. ¿Para qué mirar fotos en blanco y negro y llorar? En cambio, prefiero reírme de la ropa y los peinados horribles que lucíamos en esos días lejanos de sueños imposibles, arrojo y osadía.

Tampoco me vengan con que «la vida es un carnaval», no. A decir verdad, la vida es una porquería. Nos dejan de amar, envejecemos y perdemos a los seres queridos. Sin embargo, como escribió y cantó Miguel Abuelo en ‘Himno de mi corazón’: «La vida es un libro útil para aquel que puede comprender».

De eso se trata, comprender y discernir que venimos a la vida a disfrutar y padecer, a caminar y tropezar, a caer y levantarnos, a ganar y perder. Debe ser aburrido ganar siempre, no?

Por último, y mencionando a otro grande como Luis Alberto Spinetta, adhiero a esa idea de no vivir mirando para atrás: «Aunque me fuercen, yo nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor».

Marcelo Rivero