Divididos siempre ha mostrado un gran sentido de pertenencia con su lugar de origen. “En el oeste está el agite”, ruge Ricardo Mollo en «El 38». El recuerdo del barrio de Hurlingham, en el oeste del conurbano bonaerense, es habitual en sus canciones. Y en este caso la memoria del barrio viene a través de alguien querido para la banda, vecino del lugar, y con un misterioso final.

En el año 2002 Divididos publicó su séptimo álbum de estudio, “Vengo del placard de otro”, dónde destaca uno de los temas hoy más conocidos de la banda: «Pepe Lui».

Esta canción fue la última en realizarse. Si bien ya tenían una estructura armada en cuanto a lo musical, faltaba la letra. Fue entonces cuando a Diego Arnedo se le ocurrió escribir sobre un viejo amigo.

 

José Luis Molinuevo era un joven artesano que vivía con su madre, su gato Mackalister y sus dos sapos, Saporiti y Saponara, cerca de la fábrica de neumáticos Goodyear, en el centro de Hurlingham. Según su amigo Arnedo (quien vivía a una cuadra) José Luis era “el hippie más hippie de todo Hurlingham”.

En los comienzos de los 80’s, Pepe se había convertido en un gran amigo, no solo del bajista, sino también del resto de su banda de ese entonces, Sumo. Esta amistad le abrió las puertas para desempeñarse como plomo de la banda, y más adelante lo haría también para Las Pelotas y Divididos, bandas que nacieron a raíz de la muerte de Luca Prodan y la posterior disolución de su banda.

Si bien no está confirmado, algunos creen que es él a quien se refiere Luca en la canción “Mañana en el Abasto”, de Sumo, cuando dice “José Luis y su novia se besan por ahí en el Abasto”. De la misma manera, Las Pelotas lo habría incluido en la canción “Pará con la papa”: “Volviendo de lo de José Luis, caminando, haciéndose pis”.

Regresando a Divididos, la canción lo refleja a imagen y semejanza, o al menos eso dicen los que lo conocieron. El joven artesano disfrutaba de caminar por su barrio escuchando música en su radiograbador, más precisamente por la avenida que nace en la estación del tren San Martin, Eduardo VII (hoy Jauretche). Era un hippie clásico, “clavado en los setenta”, con pelo largo, barba y pantalones Oxford. Además, era fanático de Pescado Rabioso, cuyas melodías siempre sonaban en su casa.

Todos coinciden en lo mismo: Pepe Lui, además de ser un tipo muy querible, era todo un personaje, un loco lindo. Su casa estaba repleta de objetos extraños, muñecos, discos, cassetes y revistas de rock nacional. Cuenta Arnedo que una noche en su casa, a las 3 de la mañana, lo llamó al patio y le mostró que uno de sus sapos estaba bañándose en una lata de Nesquik. “Él sabía que a esa hora el sapo se bañaba”, bromea en una entrevista.

Esta casa, según Germán Daffunchio, funcionaba como un refugio para todo el grupo de amigos, pero también para la gente de la zona. El ex Sumo enfatizó en una entrevista radial en la palabra refugio porque “es difícil explicar lo que es vivir en un país donde te pueden chupar en cualquier momento”. Recordemos que hablamos de los primeros años de la década de los ’80 y aún gobernaba el régimen militar.

El 31 de diciembre de 1999 José se subió a un micro para visitar a unos familiares que vivían en Huinca Renancó, al sur de Córdoba, y pasar los festejos por la llegada de los 2000 con ellos (cuenta una sobrina que cayó sin previo aviso a la hora de la cena). Todo iba bien, un año nuevo más, y decidieron continuar la noche en un boliche de la zona. Pero en algún momento de la madrugada cordobesa algo ocurrió, y Pepe Lui no llegó a conocer la mañana que inauguraba el nuevo milenio.

No está del todo claro que es lo que pasó durante esas horas. En diálogo con un programa de radio, Valeria Barreix, sobrina de José Luis, asegura que Molinuevo había tomado mucho y entró -por error- al baño de mujeres, por lo que la seguridad del boliche lo llevó a una comisaría.

Cuando lo fueron a buscar, un policía les indicó que su tío había pedido salir un rato al patio, y que al salir lo encontraron tirado en el piso, asfixiado –supuestamente- con algo que había ingerido. Cuando llegaron al hospital ya era tarde.

Sin embargo, sus allegados en Buenos Aires opinaban distinto, y aseguraban que su querido amigo había sido víctima de una de las tantas causas de violencia policial, a las que tristemente estamos acostumbrados. En junio de ese año, en un recital de Las Pelotas en Obras, Alejandro Sokol realizó una denuncia pública: “Este último año nuevo José Luis murió brindando, pero al parecer lo habrían golpeado miembros de seguridad de un boliche junto con la policía. Pido que esto se investigue, por favor”.

Su sobrina insiste en que la policía no tuvo nada que ver, debido a que la autopsia realizada en ese entonces indicaba que su muerte fue por asfixia, y que no había indicios de ninguna agresión física. Por otra parte, sus ex compañeros y amigos mantienen la sospecha de que algo más ocurrió esa noche, pero seguramente jamás sabremos con certeza qué fue lo que realmente sucedió.

José Luis Molinuevo nació y creció como una persona más en una familia de clase media en el conurbano bonaerense, y se fue en Córdoba, en circunstancias confusas, como tantos otros detenidos por la policía. Pero gracias a sus amigos, y especialmente a Diego Arnedo, autor de la letra, Molinuevo vivirá por siempre, porque Pepe Lui “ahora es una canción”.