El cantante y guitarrista galés tenía 64 años y era visto como un revivalista de los ’60, pero en su radar entraban el soul, el folk, el country, el funk y el synth pop. También fue parte de The Waterboys.
“Es bueno escribir canciones sobre cosas en las que la gente piensa, en las que yo pensé. Es simplemente una resonancia con otras personas que se obtiene al pensar en cosas en las que todos estamos pensando. Ponés música y se convierte en una emoción reconocible, y la gente se fija en eso. Es extraño, pero sorprendente. Siempre pensé que debería tener algo que ver con la curación o con descubrir cosas del mundo que tengan verdad. Quizás suene un poco idealista, pero de eso se trata la música”. Esta reflexión sobre el noble ejercicio de la composición la dio Karl Wallinger en una entrevista a propósito de la reedición en 2006 de Egyptology, cuarto álbum de su banda World Party. Se trató de una de las mejores y más ignotas bandas que dio la música rock. Y su culto, a partir de ahora, alcanzará dimensiones inconmensurables luego de que se conociera la noticia de su muerte.
El músico y compositor galés murió el domingo 10 a los 66 años. Se desconocen las razones de su deceso, pero le sobrevivieron su esposa, sus dos hijos y sendos nietos, quienes invitaron a sus seguidores a compartir sus sentimientos sobre el artista en sus perfiles de Facebook e Instagram. El que sí lo despidió fue Mike Scott, frontman de The Waterboys, otra de las bandas con la que hizo historia, al referirse a Wallinger en la red social X como “uno de los mejores músicos que he conocido». Y añadió: “Que sigas bien, viejo amigo”. Otro colega que se vio conmocionado al enterarse sobre su desaparición física fue Peter Gabriel, quien usó el mismo canal para referirse a él: “Karl estaba repleto de maravillosas ideas musicales que nos dejaron boquiabiertos a todos y todas. Su encanto, humildad, inteligencia e ingenio agudo lo convertían en una gran compañía”.
Aparte de participar en el álbum Big Blue Ball, proyecto colectivo comandado por Peter Gabriel (grabado en la década de 1990 y publicado en 2008), colaboró con Sinéad O’Connor en su disco The Lion and the Cobra, publicado en 1987. Pero sin duda la trascendencia de su impronta llegó de la forma más impensada, cuando Robbie Williams versionó en 1999 su canción “She’s the One”, lo que se convirtió en un hit mundial. El tema se encuentra incluido en el ya mentado Egyptology, uno de los cinco trabajos de larga duración que lanzó con World Party. Al menos el álbum debut del cuarteto, Private Revolution (1987), tuvo distribución en varios países de América latina., incluida la Argentina. Justo de ahí destacó el single “Ship of Fools”, muestrario del estilo lírico reflexivo, a veces mordaz, de Wallinger y su infalible habilidad para crear melodías intrincadas aunque pegadizas.
La carrera de Wallinger se descarriló en 2001, cuando sufrió un aneurisma cerebral: debió pasar varios años en rehabilitación para que pudiera volver a aprender a hablar y tocar instrumentos. Desde que se recuperó, estuvo de gira con World Party pero no publicó más álbumes. Sin embargo, siempre amagó con volver a entrar en el estudio de grabación para exorcizar esas canciones mutantes y sentidas que por momentos sonaban a Bob Dylan, pero que al mismo tiempo se desdoblaban en Van Morrison. Eso sí, en medio de uno y otro podían colarse Prince, Sly Stone, los Rolling Stones y los Beach Boys. A razón de ese clasicismo, el laboratorio sonoro que comandó, del que fue (amén de compositor) su cantante y guitarrista, tuvo fama de revivalista de la música de los años ’60. Pero en realidad era un pastiche que tuvo licencia para mixturar soul, folk, country, funk, synth pop y hasta arrebatos operísticos.
Previo a que se sumergiera en esa marea del pop británico, Wallinger había sido reclutado Mike Scott para ingresar como tecladista de otro grupo de culto: The Waterboys, todo un menjunje de rock y música celta. Si bien ingresó tras la aparición de su primer álbum, en 1983, luego participó en los siguientes dos: A Pagan Place (1984) y This Is the Sea (1985). A medida que ganaba terreno dentro de la banda, Wallinger se dio cuenta de que su deseo de darle rienda suelta a su genialidad comenzaba a chocar con el liderazgo de Scott. Fue por eso que, luego de la gira del tercer disco, decidió dejar a The Waterboys para fundar World Party. “En realidad, fue un largo viaje para llegar hasta tener mi propio proyecto”, destacó. “Tenía casi 30 años cuando comencé a cantar con mi propia voz. Antes de eso, antes convertirme en mí mismo, pasé muchos intentando ser otros”.