El eximio guitarrista volvió a un escenario en el mes de septiembre, recordando sus “40 años de Rock and Roll”, a los que también describió como los “40 años de infierno”

Gustavo Bazterrica concede una entrevista en ‘La parrilla de Coco y Delia’, un restaurante de la zona de Ranelagh, en el profundo sur del conurbano bonaerense, a pocas cuadras de donde hoy vive.

Llega a las 14hs. en punto. “Soy habitué acá”, dice. Viene de hacer dos trámites; uno, para cobrar su jubilación la mínima, y el otro para recibir un subsidio especial, “necesito como 80 mil pesos mensuales para pagar medicamentos”, explica.

Estaba desaparecido, fuera del radar. Hace tiempo se había perdido su rastro. Hasta el 31 de diciembre de 2021 cuando apareció de forma sorpresiva en las redes sociales. Aquel día, el músico había sido encontrado en un deteriorado estado de salud -con una visible dificultad para caminar- y presuntamente “en situación de calle” por Emiliano Bustos, un joven transeúnte que le ofreció el techo de su casa hasta que se pudiese recuperar.

La novedad se viralizó rápidamente. Los medios la replicaron. Incluso, una cuenta de Facebook que lleva su nombre (a la que hacía referencia Bustos) publicó: “Debido a diferencias irreconciliables con mi ex pareja, me encuentro en el día de la fecha sin hogar. Necesito un lugar de tránsito hasta que salgan mis papeles de la pensión. Por favor, necesito ayuda”. Bazterrica dice que esa cuenta no es administrada por él y que las palabras elegidas en el texto pudieron haber guiado a la confusión.

En las redes, muchos usuarios pidieron por una asistencia masiva para el guitarrista. A los pocos días, el reclamo se hizo realidad. Los músicos de Los auténticos decadentes, por nombrar un ejemplo, le pagaron un año entero de obra social. Habían aparecido los amigos.

Hay más detalles que Bazterrica quiere aclarar sobre estos hechos. “Nunca estuve en situación de calle. Sí, esa noche, mi pareja me había echado de casa. No me bancaba más”, comienza a explicar. Sigue: “Ese chico (el que lo “rescató”) cometió un error muy grave. Se adjudicó el hecho de que me sacó de la calle cuando, en realidad, yo estaba ahí porque mi mujer me había echado de casa porque volvía borracho y drogado todos los días”.

Tiempo después del episodio ingresó en un programa de rehabilitación, donde, cuenta, se pudo reencontrar con la música, asimismo despegarse de los tres males que más lo intranquilizaban: la cerveza, la cocaína y la combinación de ambas.

Gustavo Bazterrica nació el 24 de junio de 1955 y sostuvo una guitarra por primera vez a los once años. Empezó a practicar para tocar en un festival de folclore porque le gustaba mucho una chica que integraba el grupo, era compañera suya de la primaria.

“De ahí en adelante comencé a tocar, a tocar y a tocar… Y a sacar música de oído”. Luego vinieron los conciertos de rock. Le gustaban mucho bandas como Almendra, Color Humano y Pescado Rabioso. Y después se hizo particularmente fanático de Aquelarre, banda formada por ex miembros de Almendra.

En 1973, Raúl Porchetto lo llamó para que integrara Reino de Munt, su banda. Allí, el Vasco aceptó la propuesta y allí tocó con Alejandro Lerner y Pedro Aznar. Esa banda se disolvió, pero él se quedó con Porchetto, cuya amistad le resultó fructífera: Allí lo conoce Charly García, que le propuso ser parte de un grupo que estaba formando, La Máquina de Hacer Pájaros. Esa aventura duró un año, del ‘76 al ‘77.

 

Tras su experiencia con García, se quedó sin trabajo, y se las rebuscaba como podía: “Le dedicaba mi tiempo a la docencia, daba clases de guitarra”, dice. Tuvo como alumnos a Fabiana Cantilo, a Juanse y a Oscar Rigui de Bersuit Vergarabat, entre otros. “Juanse venía los jueves a las 9 de la mañana. ¡Qué aplicado era! Yo a veces creía que iría a faltar”. En esos días, Bazterrica formó una banda llamada ‘Satán’.

En 1981 fue convocado para formar parte de Los Abuelos de la Nada en la segunda etapa de la banda, que era liderada por Miguel Abuelo y había contado con talentos de grueso calibre, como ‘Pappo’ Napolitano a fines de los años 60.

En este período, el Vasco alcanzó el momento más importante de su carrera, ya que mientras se consolidaba en ese grupo, era invitado regularmente a tocar con Charly García. De hecho, fue su guitarrista en la inolvidable presentación de ‘Yendo de la cama al living’, en la cancha de Ferro, en 1982.

No obstante, a pesar de estar “dulce”, su vida comenzó a tomar un giro preocupante: se volvió adicto a las drogas. Se obnubiló. Y, así como la subida fue rauda, la bajada también.

“Me dediqué a joder”, recuerda. “Mi vida era muy alocada, salía, no dormía, comía poco…”. Entonces se tuvo que ir de Los Abuelos. “Tenía que ver, con la postura de ellos, con la tendencia musical que se pretendía cambiar”, comienza a decir. Pero después agrega: “no me consolidé porque la malgastaba”

 

Para colmo, una cuestión legal se paró en la puerta de su casa y lo estorbó durante varios años. “Antes del ‘83″, dice -no recuerda con precisión-, la policía entró en su casa a la fuerza buscando “un kilo de droga”. “Trataban de buscar un gran cantidad y encontraron 7 porros armados y un papel con símil cocaína de muy baja pureza que no llegaba al gramo”, expresa. En rigor, había una escasa cantidad de sustancias: 3,6 gramos de marihuana y 0,06 gramos de clorhidrato de cocaína.

El músico, que había estudiado derecho en la UBA, se preparó para una larga batalla legal. Y la desencadenó. “Me querían declarar culpable, con una pena de un año en suspenso. No accedí al primer fallo. Yo sabía cuáles eran mis derechos y apelé. Fui a segunda instancia, me volvieron a declarar culpable. Entonces busqué la tercera instancia que es la Corte Suprema. Ahí me encontraron inocente”.

El veredicto, que forzó un cambio en la ley, ocurrió en agosto de 1986, y es recordado como el “fallo Bazterrica”. De ahí en más, los casos de tenencia personal de drogas (con algunas excepciones) dejaron de ser criminalizados. Muchos fueron analizados considerando el antecedente del ‘Vasco’. “Me genera orgullo que se llame así, con mi apellido, porque mucho tuvo que ver mi declaración y cómo yo luché contra el sistema”, cuenta, y agrega: “Le quiero enviar un especial agradecimiento a Albino José (Joe) Stefanolo, el abogado que me ayudó”.

Gustavo prefiere no ahondar en los años ‘90 y mucho menos en los ‘00. Tampoco en la década más reciente. La única mención que hace sobre esos períodos es que le robaron una guitarra que le había regalado Juanse “en un boliche en el que tocaba yo, por Chacarita”. El dueño del local lo cerró y se llevó todo lo que estaba ahí y pertenecía al músico. Luego dice, brevemente, que lidió un largo rato con las drogas: “Si no podés resolver la situación del consumo, no estás en onda”.

Vuelve a hablar del presente enfatizando en que los rumores de que estuvo en situación de calle eran mentira. “Fue un solo día”, persevera. Ella lo había echado de la casa el día anterior. “No me había dejado entrar porque estaba harta, porque, pese a sus súplicas de que no consumiera nada, yo no le daba bolilla. Además, yo había perdido contacto con la música…”.

“Todo eso desprestigió a mi novia, a Gisela, la gente la llamaba y le enviaba mensajes insultándola”, suma. Gisella es, casualmente, la persona que, él considera, le salvó la vida. “[Luego del incidente de diciembre de 2021] Consigue internarme en el hospital Fernández, donde el equipo de toxicología me trató exitosamente”. Allí, el Vasco se recuperó de un cuadro leve de covid y luego fue transferido a una clínica del Sedronar, donde asegura que se reencontró con la música.

“Por primera vez en mi vida estoy reconociéndome”, dice, muy felizmente. Y agrega algunos detalles sobre su proceso de recuperación: “Allá le tomé el gusto a la mañana, a respetar horarios. Y aprendí la importancia de cuidarme y de alimentarme de una manera más sana”.

Ahí también retomó el contacto con los instrumentos: “Una de las tantas actividades que teníamos en el instituto de rehabilitación era tocar la guitarra. Ahí tenía mi guitarra y mis partituras. Había un taller no obligatorio de música en el que me anoté. Me hizo muy bien, me movilizó”.

Cada día se acerca más a la versión del músico que una vez fue: “Estoy volviendo a tocar más o menos bien, viste que las manos se ponen duras, con el tiempo de no darle bolilla a la guitarra”.

Y anticipa que se vienen nuevos conciertos. “Tengo mucha expectativa por subir mis temas a las redes y ver cuánto interesa escuchar lo mío”, dice.

Por último, antes de irse a descansar a su casa, agradece a todos los colegas que le escribieron y ayudaron en los momentos más difíciles, y deja una frase: “Se trata de seguir creando”.