Juanito y El Carposaurio, es el disco que Pappo y Juanse grabaron hace 31 años, durante el invierno de 1992, y que se publicó el viernes 30 de abril de 2021.

No es un álbum que pasará a la historia por su peso artístico. Se destaca por registrar un momento que se creía perdido. Es una joya escondida del rock nacional, de esas que no abundan en una escena que ha tratado muy mal a sus grabaciones descartadas.

Su rescate le sube el precio. Son trece canciones que resultan un oasis de rock y blues para aquellos que extrañan al Carpo, fallecido una noche de 2005, no muchos días después de haber brindado su último show en San Luis.

“San Luis” es justamente una de las primeras cosas que le escuchamos decir a Pappo en el disco. Con esa forma de cantar que tenía, especialmente en vivo, cuando podía empezar una estrofa alejado del micrófono, como si la amplificación no fuera más importante que cantar. Como si estuviera cantando para él. Pero no dice San Luis, dice Saint Louis. Es una versión de «Sweet Little Sixteen” más parecida a la versión de John Lennon eEnel disco Rock ‘n’ Roll que a la juguetona original de Chuck Berry.

Alguna vez Brian Johnson dijo que su única pretensión con los discos de AC/DC era que sus canciones pudieran generar un buen clima, un buen momento en un bar. Algo de eso tiene Juanito y el Carposaurio. Uno no puede dejar de mover el pie ni de imaginar lo bueno que habrá sido verlos en vivo a mediados de los 90, cuando se presentaban en lugares poco elegantes como la Federación de Box bajo el nombre de Juanse-Pappo Roll Band, con un calor que se transmite incluso desde las grabaciones amateurs que fueron subidas a YouTube donde se pueden ver escenarios precarios, cero escenografía y el enorme oficio de Pappo, Juanse, Black Amaya y Fabián “Zorrito” Von Quintiero. Una banda que hoy parece un seleccionado.

En el disco la apertura instrumental con “Diamond Dust, Pt. 1” nos lleva de inmediato a 1992. Cualquier fan de Pappo podrá conectar con Blues Local, también grabado ese año. La conexión con “Buscando el tesoro de Borneo” es directa. Poco más de un minuto instrumental que luego le da paso a “Dulces 16”, que parece el verdadero comienzo de este trabajo que resurgió gracias a la pandemia.

Durante los días de confinamiento, en 2020, Juanse hizo un vivo de Instagram con Andrés Ciro. Allí surgió la ahora famosa anécdota “¿Llamaste?”, ocurrida durante las sesiones de este álbum. Juanse se tomó su tiempo, como si fuera un Luis Landriscina del rock, para contar la historia de un Pappo súper ansioso por contactar al dealer.

El recuerdo despertó el interés por este disco perdido. Luciano Napolitano, el hijo de Pappo, se contactó con Gustavo Gauvry, que había comandado la grabación en los Estudios Del Cielito. Le propuso reflotarlo. Gauvry se puso a trabajar. Sólo encontró una grabación de referencia porque los másters originales se perdieron en el caos del tiempo y los desacuerdos entre las discográficas. Pero se dio cuenta de que esos archivos sonaban mucho mejor de lo que suponía.

Gauvry los pulió, Juanse grabó voces, mejoró algunas letras. Se cubrieron algunos huecos instrumentales y se dejó listo un trabajo que circulaba por los pasillos subterráneos pero que nunca había trascendido hacia el público.

El disco muestra que los músicos se juntaron sin un objetivo demasiado planificado. Tocaban todos juntos, armaban sobre la marcha, a medida que avanzaba la química en el estudio. Y así suena: fresco, desacartonado y sin presiones. Incluso el título, que remite a los sobrenombres cariñosos con los que ambos protagonistas se llamaban mutuamente, refleja esa comodidad.

Los temas dan cuenta de ello en tomas que siguen adelante a pesar de los errores. En letras sin terminar, improvisadas con ese falso inglés que usan los músicos cuando componen.

Es un proyecto que se estancó y sólo sirvió como cuaderno de campo para álbumes posteriores. Algunas canciones que se escuchan aquí, como “Poca vida” o “Desconfiado”, fueron a parar al repertorio de los Ratones Paranoicos.

También está presente “Too much to drink”, la versión original de “Tomé demasiado”, que era en inglés porque Pappo la había compuesto durante los años que vivió en Los Angeles, a fines de los 80. La tocaba con su banda gringa, The Widowmaker, pero la publicó de manera oficial recién en Caso Cerrado, el octavo volumen de Pappo’s Blues. En ese disco de 1995 también está “Ruta 66”, que en Juanito y El Carposaurio todavía tiene una letra sin adaptar al español.

En cambio, la que sí está traducida es “Bajo mi pulgar”, la versión de “Under My Thumb”, uno de los primeros clásicos de los Rolling Stones, en este caso con un gran solo de guitarra, en lugar de la marimba original tocada por Brian Jones.

Este disco también es una nueva ofrenda de Juanse a Pappo. Desde que lo invitó a cantar con los Ratones antes del show de Keith Richards en Vélez, hasta el disco que grabó en 2014 sólo con sus canciones, Juanse siempre tuvo en cuenta al Carpo. Con el tiempo se convirtió en uno de los guardianes de su legado.

En 2009 incluso le hizo un homenaje junto a Spinetta en el show de Las Bandas Eternas. Y por supuesto, también lo hace en Juanito y El Carposaurio, un disco que te hace mover el pie, que se te mete en la cabeza y que te obliga a volver a empezar, a escucharlo de nuevo, a intentar que ese buen momento no se acabe nunca.