Virus fue Duro. Y Duro fue Las Violetas y Marabunta. El 18 de enero de 1979, en el Cine Pinamar, ambas bandas platenses tocaron juntas por primera vez. Y, sin saberlo, se despedían. Virus debutó el 11 de enero de 1981.

Hay una historia que dice que Julio y Marcelo Moura viajaron en 1980 desde City Bell hasta Río de Janeiro para convencer a Federico (que estaba cerca de cumplir 30 años) de regresar: habían armado una banda y lo querían a él en la voz.

Otra historia le agrega un poco más de épica: los hermanos, además, llevaban un demo de cuatro canciones, aunque nunca encontraron el aparato donde poder reproducirlo. Federico aceptó volver a Argentina sin haber escuchado nada de lo que traían. Así nació Virus.

Pero Virus, antes de ser Virus, era Duro. Es decir: la primera formación de Virus, pero sin Federico. Esa pre-experiencia fue breve, duró un año. Y dejó aquel demo que los Moura nunca pudieron reproducir en Río; el anticipo hacia dónde se insinuaría el sonido a desarrollarse en Wadu Wadu: un arrebato new wave con algunas de las canciones que Federico regrabaría —ya con algo más de producción y sofisticación— en ese disco iniciático.

“Desconecta” (en el demo de Duro canta Julio), “A toda velocidad” (luego rebautizada “A mil”) o “Mi ciudad”, una áspera aguafuerte de la gran otra ciudad violentamente asolada por el terrorismo de Estado después de Buenos Aires: La Plata. “Negros, grises y azul dominan calles, no valen nada”. Federico la grabaría como “Densa realidad” y, a lo largo de su era en Virus la canción sería modificada hasta llegar a la versión definitiva en el tramo final, después de Locura, cuando la incluyen el disco grabado en vivo de Obras, 1986.

Duro era más salvaje y honraba su nombre. Lo que devendría en Virus adquiriría otras florituras, más apego a los arreglos, las experimentaciones y una presencia cada vez más creciente de teclados, sintetizadores y programaciones.

Con Federico en Brasil, la banda de los otros dos Moura se valió de Laura Gallegos, una amiga del guitarrista de Ricardo Serra que venía de la música clásica. No frecuentaba el rock ni mucho menos la new wave, aunque en Wadu wadu Federico respetó casi completamente las melodías que grabó Laura (quien, además, le hace coros en ese disco), y apenas introdujo algunas variaciones. Aunque de paso fugaz por esta historia, el registro de Gallegos le da otro color a ese demo que musicalizó la antesala de Virus.

Virus fue Duro. Y Duro fue Las Violetas y Marabunta. El 18 de enero de 1979, en el Cine Pinamar, ambas bandas platenses tocaron juntas por primera vez. Y, sin saberlo, se despedían: la organización fue un desastre, la sala se usó primero para proyectar películas y el escenario se abrió a la música pasadas las tres de la madrugada. Federico Moura inició un viaje por el extranjero, Mario Serra también. Todavía aquel río musical no generaba un lugar para encontrarse.

Las Violetas ensayaba en Chascomús, donde vivía uno de sus integrantes, el guitarrista Sirso Iseas. Era la primera vez que Federico Moura se cargaba la voz de un grupo después de su experiencia como bajista en Dulcemembriyo, una banda de La Plata que surgió en 1967, mismo año en el que Los Gatos publicaban La Balsa.

Dulcemembriyo hacía covers de los Rolling Stones, Creedence, The Who, Steppenwolf y hasta Black Sabbath. ¿Federico haciendo de Geezer Butler? No suena tan descabellado: en una entrevista junto a Los Violadores para la revista Expreso Imaginario en 1982, Moura valoraba apariciones lejanas a su norte musical como el punk (y, especialmente, The Clash).

Dulcemembriyo tuvo varias formaciones. Y el mito dice que algunas de sus canciones las escribió el Indio Solari (“funcionaba como una especie de asesor externo”, diría el cantante en Recuerdos que mienten un poco, su autobiografía). La aparición de Solari llegó con la incorporación en voz de su amigo Luis María Canosa, un carismático soldado de la psicodelia que, en el verano de 1978, fue detenido por posesión de una pequeña cantidad de drogas (¿porros, un ácido? da lo mismo) y terminó acribillado en la tristemente célebre masacre del Pabellón Séptimo de la cárcel de Villa Devoto.

El Indio Solari no solo lo evoca en aquella canción de El tesoro de los inocentes, sino que muchos años antes se lo había encontrado en un pasaje onírico de “Toxi Taxi” (La mosca y la sopa, Patricio Rey y sus Redonditos): “Un sueño con Luis María / muerto cuando me decía / ‘cada día veo menos / cada día veo menos / creo, menos mal’”.

Federico no fue el único Virus que estuvo en Dulcemembriyo: antes de irse a París —donde terminaría encontrando a Miguel Abuelo para grabar el disco ‘Miguel Abuelo Et Nada’—, aportó su guitarra Daniel Sbarra.

Años después, tras dos viajes a Europa y su experiencia porteña en Limbo (marca de ropa que él mismo diseñaba y vendía en un local de Galería Jardín, sobre la calle Florida), Federico se alió a Iseas, los hermanos Mario Serra en batería y Ricardo en guitarra, más el bajista Néstor Madrid (de paso eventual por las primeras formaciones de Los Redondos). Así surgió Las Violetas.

Llegaron a generarse un circuito respetable en La Plata, aunque no lograban hacer pie en Buenos Aires. Por eso, en 1978 grabaron un demo en un estudio del centro porteño para tener una muestra más prolija sobre lo que estaban haciendo. De ahí salieron dos canciones que circularon de manera “pirata” durante muchos años, hasta que Mario y Ricardo Serra encontraron la grabación original y fue relanzada con notables mejorías durante 2021 en Spotify, YouTube y también en formato vinilo.

El demo remasterizado incluye “Me gusta jugar rock” y “Anímate”, (una canción que había circulado también con el título de “No cometas la insensatez”). Algunos recuerdan que Las Violetas le acercó la grabación a Jorge Álvarez, uno de los productores más importantes del incipiente rock argentino, aunque no obtuvieron respuesta alguna. Y la noche en Pinamar dio por finalizada su historia.

En simultáneo, Julio y Marcelo Moura hicieron su experiencia con Marabunta. Un grupo más informal que Las Violetas, sin grandes deseos de expansión ni profesionalismo; pero que, curiosamente, dejó más registros (pese a que se traten de precarias y, con el tiempo, valiosas grabaciones en vivo).

Algunos de esos temas que andan dando vueltas por ahí, fueron actualizados por Julio en Ruidos en el cielo, el único disco de Limbo (su proyecto tras la primera separación de Virus, nombre en honor a aquel proyecto textil de Federico), como “Paiu paiu”, “El placer es mío” o “Nativo”.

En Marabunta cantaba Pablo Aguirre, futura voz de Aguirre (el proyecto de Marcelo paralelo a Limbo de su hermano Julio en el primer post Virus). Pablo, además, fue el arquitecto que le remodeló a Federico la que terminaría siendo su última vivienda, un departamento de estilo francés en San Telmo, sobre la calle Piedras.

Julio tocaba la guitarra, Marcelo se encargaba de la percusión y también estaba Enrique Mugetti, a la postre bajista de Virus. Cerraban la formación los hermanos Basilio y Ricky Rodrigo, también entreverados en los inicios de Los Redonditos de Ricota.

Como vemos, muchos senderos se cruzaron en la contemporánea existencia de Las Violetas y Marabunta: los Moura, otros futuros Virus, algunos miembros de los primeros Redondos. Incluso la participación eventual de Mario Serra en los segundos ante la falta de un baterista. Y hasta una canción que nunca quedó claro a quién atribuírsela: “Como un gato” fue grabada por Mario Serra y Federico Moura, de Las Violetas, pero con la guitarra de Julio, de Marabunta.

Por eso es que no sorprende que, tras la dilución de las dos bandas, varios de sus músicos hayan reagrupado tropas en nombre de proyectos en común. Virus fue el definitivo, pero para eso fue necesario primero formar Duro.

Tras el mal trago de principios de 1980 en Pinamar, Federico Moura se fue como un transeúnte sin identidad a explorar rumbos secretos. Mario Serra tuvo la misma intención, por eso quedó con aquel en encontrarse en Madrid. Aunque Federico nunca llegó: lo que iba a ser tan solo una escala en Río de Janeiro antes de seguir hacia Nueva York, París y Londres, terminó convirtiéndose en su destino. Ahí habitaba en el coqueto barrio de Leblon, vendía cinturones de cuero y veía shows del cantante Ney Matogrosso, una de sus influencias menos difundidas.

Entonces Serra cambió Madrid por Nueva York, pero volvió pronto a Argentina y se encontró con una novedad: Julio y Marcelo Moura, su hermano Ricardo y Kike Mugetti estaban ensayando juntos en City Bell, ya que la mayoría de ellos vivían a pocas cuadras de distancia. Entre vecinos comenzaron a darle forma a ese nuevo proyecto. Y, en la voz, apareció una novedad: Laura Gallegos. Una mujer, algo poco habitual en el rock vernáculo.

Julio y Marcelo empezaron a trabajar pintando casas. La idea era juntar plata para comprar instrumentos y equipos. Finalmente son Julio Moura, Mario Serra y Mugetti quienes viajan a Nueva York con ese propósito, beneficiados por el dólar artificialmente barato que en un principio había generado el ministro de Economía de Videla José Martínez de Hoz (una burbuja de consecuencias desastrosas que tan bien se narra en la película Plata dulce, de 1982).

De vuelta, los tres se traen en mayo de 1980 un piano, una guitarra, amplificadores, micrófonos, una consola, una grabadora profesional de cuatro canales y hasta un afinador digital, toda una rareza en Argentina (Julio siempre recuerda como lo miraban con sorpresa otros colegas en el Prima Rock ’82, festival donde Virus fue resistido por el público a naranjazos).

Así, los seis grabaron en la casa de los abuelos de Kike Muguetti, en Los Hornos, al sur del cuadrado fundacional de La Plata, un barrio obrero que distaba de la coquetería de City Bell, lleno de casas quintas y hacia el norte de la capital bonaerense. El resultado fue un demo de cuatro canciones que todavía circula por internet con respetable calidad.

Pero mientras sus ex compañeros de Las Violetas y sus hermanos producían y generaban cosas en Duro desde Los Hornos y City Bell, Federico Moura transitaba el camino inverso: el de observar y consumir. Federico no será el mismo antes que después de ese último viaje a Río de Janeiro. Y se notará en su carrera artística, que comenzará sin retorno de vuelta a Argentina.

A la vista del tiempo, Duro sirvió como experiencia de base. Casi que un trabajo de campo: en las cuatro canciones del demo se van arrimando hacia la sonoridad que caracterizaría a los primeros discos de Virus. La diferencia, claro, está en la presencia de Federico. Y en todo lo que trajo él consigo: desde su perspectiva artística hasta esa idea expansiva de incorporar talentos extramusicales para, justamente, enriquecer la música (con el ejemplo claro del sociólogo Roberto Jacoby, con quien Moura estableció una sociedad fundamental para escribir varias de las grandes canciones de Virus).

Finalmente, Marcelo y Julio viajan a Río de Janeiro con el demo de Duro. Y convencen a Federico de abandonar el sitio al que siete años más tarde volvería para grabar —sin saberlo entonces— su último disco, Superficies de Placer.

Tan sólo dos meses después (y aunque el diario El Día todavía los presente como Duro), la primera formación Virus debutaba en el club de la Asociación Universal de La Plata. Fue el 11 de enero de 1981. Y al otro extremo del calendario ese año, en diciembre, saldría a la venta Wadu Wadu. Pero esa es otra historia, de la que hablaremos en otra oportunidad.

(La izquierda diario)